miércoles, 15 de febrero de 2012

In Love


Nuestra relación era un cuento de hadas, después de tantos desamores finalmente había encontrado a mi príncipe azul. Parecía como si la vida hubiera querido que pasara por todo lo malo para que cuando lo bueno apareciera pudiera valorarlo aún más.
Con Matías teníamos planes a futuro, soñábamos con casarnos y tener hijos, pero había un tema que nos enfrentaba. Nunca peleábamos por nada excepto por esto: la religión. Pareciera ridículo que en el siglo XXI la gente todavía tuviera enfrentamientos por un tema así.
La realidad es que Matías es una persona extremadamente creyente y yo soy todo lo contrario pero por él estaba dispuesta negociar ciertas cosas, como tener una ceremonia religiosa o bautizar a los chicos, aún sintiéndome una hipócrita al hacerlo. En cambio él no sólo no estaba dispuesto a ceder nada sino que quería convencerme de cosas que para mí no tenían sentido alguno.
Si bien era un tema que me preocupaba, comparado a lo feliz que era a su lado nada parecía importar. Con el correr del tiempo los sentimientos se hacían cada vez más profundos y nos parecía imposible vivir el uno sin el otro.
Llegó el verano y con él, las vacaciones. Yo me iba a la costa con un grupo de amigos y amigas. Matías no podía venir porque había empezado a trabajar hacía poco tiempo y no tenía días libres. Pero la distancia era tan insoportable que decidió venir un fin de semana aunque fuera.
Una noche decidimos pasarla solos, ir a comer, caminar por la playa, en fin, hacer cosas de novios. Fue una velada perfecta. Es cierto que no recuerdo nuestro primer beso, pero la primera vez que hicimos el amor es algo que jamás voy a borrar de mi memoria.


miércoles, 8 de febrero de 2012

Somos Novios


No recordar cómo fue mi primer beso con Matías me genera un poco de tristeza, me da miedo ir perdiendo, de a poco, todos los momentos que vivimos de mi mente, pero a su vez me hace dar cuenta que capaz nuestro primer beso no fue tan importante comparado al resto de la relación.
Luego de aquella cita en la que fuimos al cine y comimos, las salidas fueron sucediéndose naturalmente, pasaron dos meses y la típica pregunta “¿qué somos?” llegó. Estábamos en su auto despidiéndonos cuando la largó. Yo ya venía pensándolo, me sentía algo más que su chica, sabía que lo que estábamos viviendo iba en serio. “¿Novios?” le dije. ”Novios” afirmó.
Era la primera vez que ambos estábamos en pareja, por ende era todo nuevo para nosotros, pero estábamos muy felices, queríamos presentarnos a nuestras respectivas familias. Yo ya conocía a una de sus hermanas pero el peso pesado llegaría el fin de semana cuando conocería a su madre.
Ese sábado se festejaba el cumpleaños de su sobrinito y fue la ocasión ideal para oficializar la relación. Si bien me considero la persona más amigable del planeta en ciertas oportunidades me agarra un poco de fobia social. Ésta fue una de ellas.
Matías era tan dulce que me fue a buscar a mi casa para que no llegara sola. Me agarró de la mano y entramos juntos. La imagen que se presentó frente a mis ojos en el momento en que se abrió la puerta fue aterradora. Claro, olvidé mencionar que Matías tiene 6 hermanos, todos casados, con un par de hijos cada uno. A eso súmenle tías, amigos y vecinos ¡Eran una multitud!
Respiré profundo y me dejé llevar. Todas las miradas se centraron en mí y los clásicos comentarios no se hicieron esperar: “¿Ella es tu novia? ¡Qué linda!”. Y así fue como pasé a formar parte del clan Sabalsagaray.